Serie Mayor Nº3

Como a todo cuanto emprendió, Leonard Lindsay transmitió también su exquisito gusto al ámbito de la edición. El sello que lleva su nombre deslumbra todavía con clase inconfundible; más que un catálogo a enumerar en volúmenes, el recuento de ese fondo escaso cabe cifrarlo en auténticos hitos del arte de hacer libros. Supo abastecer a su obrador de lo elemental: excelente papel, tintas de calidad y operarios cualificados; pero el factor inaprensible que elevó una y otra vez esos ingredientes comunes a la categoría de arte impar fue el talento que aportó el propio editor doblado a cajista, ilustrador ocasional y jefe de taller En la húmeda y apagada Ginebra de 1924, Leonard Lindsay firmaba este personal tributo a la “bella de Ahmerst”, su hechura revela toda la pericia del maestro: pequeño pero suficiente volumen en octavo menor de empaque solemne resuelto en grueso cartón visto, de páginas algo apretadas de composición pero desprendidas en blancos y márgenes, e iluminado a doble estampa con la efigie de la autora sobre papel manila en las páginas de apertura y de cierre. Todo ello rubricado con un alarde técnico que aún emociona: la gargantilla de la poeta y su firma vertiginosa capturados por el relieve seco. Inolvidable.

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Soberbio volumen en estado fósil bien conservado y de palidez uniforme. La blancura espectral de la calcita ha inyectado pureza en este malogrado ejemplar de una edición señera limitada a ciento cuarenta unidades. Color fetiche de la legendaria Emily Dickinson, el sigiloso avance del mineral ha anegado en blanco sus poemas; cerrándose tenaz sobre ese primoroso volumen, el abrazo cándido de la calcita ha cerrado un símbolo. El escáner ha ratificado lo que la hechura única del vestigio hacía prever. Esa piedra fue una publicación señalada, a la que una singular transformación ha puesto de punta en blanco para la posteridad: Quiet dust, una muestra de poemas de Emily Dickinson en memorable edición de Leonard Lindsay.

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