Si hubiese recibido en la adolescencia el consejo que Pater a dio a Wilde (que no leyese de forma indiscriminada ni diera la misma importancia a todo lo que se lee, que desarrollase el “exquisito tacto de omisión”), es más que probable que tal discriminación me hubiese hecho esquivar, entre los muchos libros en que incurrí, este Nova Express de William Burroughs, lo que habría sido una verdadera lástima y una omisión de consecuencias incalculables.
A más de treinta años del fogonazo y la brutal ignición que me supuso la apertura inicial del volumen, el pasmo y el sobresalto de su intrincada lectura son de los que aún perduran. Todavía me sorprende cómo se me quedaron incrustadas y afloran a su antojo algunas de las invocaciones que se repiten a lo largo del libro: “Palabra cayendo, foto cayendo” “Consejos Sindicatos Gobiernos de la tierra Pagad – Devolved el color que habéis robado” “No good – no bueno”.
Bourroughs es de esos autores que si te emborracha la juventud, como es mi caso, de la resaca consecuente no te libras en la vida. Siempre se acaba, en un momento u otro, volviendo a él, a probar con paladar de adulto su garrafa compleja, el soberbio trago que tanto y tan memorablemente nos perturbó en su día. Y todo porque su escritura y su circunstancia vital forman un solo cañamazo indesligable: no se puede leer a Burroughs omitiendo sus andanzas legendarias, su personalidad escurridiza y su legado apocalíptico. Ese currículum impagable es el que da solera de gran bodega a una obra que ya de por sí es noble alcohol de vanguardia destilado y de alta graduación.
El chamizo infinito del universo que pinta Burroughs en Nova Express tiene algo de salvaje oeste. Así presenta a la banda de forajidos que asolan el libro de punta a punta: “Sammy el Carnicero, Tony el Verde, Garras de Hierro, el Artista del Culo, Jacky Nota Azul, John Caliza, Izzy el Traficante, Mari Hamburguesa, Paddy el Aguijón, El Niño Subliminal, El Dinosaurio Azul y Mr. & Mrs. D, conocido también como Mr. Bradly Mr. Martin, conocido también como El Espítiru Horrendo, a quien se supone jefe de la banda. La Banda Nova”.
Hojear ahora Nova Express, internarse por un rato entre sus capas de imágenes sobrecogedoras, de fragmentos de lenguaje caldeado hasta el rojo blanco y de consignas apocalípticas, además de la experiencia estética de gran calado que siempre ha sido, es para mí rejuvenecer y florecer súbitamente en un día cualquiera de 1978, cuando uno ponía Trespass de Genesis y leía: “Polvo de palabras por todas partes ahora como sucio estuco sobre las construcciones. Polvo de palabras incoloras, humo flotando en las calles…”.
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