(VIENE DE LA ENTRADA ANTERIOR)
La primera epidemia de creación de nuevos sellos editoriales que vivimos en Barcelona a principios de la década del noventa se derivó, por contaminación directa, de la exposición «Literatures submergides», que rotó por todo el circuito catalán y recaló, aquí en Barcelona, en la desaparecida sala de exposiciones de La Caixa en la calle Arcs. Exposición completa, bien montada y rematada con la publicación de un catálogo de cerca de doscientas páginas a color muy bien editado. Detrás de todo el tinglado estaba KRTU, el brazo inquieto del área de cultura de la Generalitat. No lo sé, pero por el aspecto que tenía todo, cabe sospechar que no se reparó en gastos. Era el año 1991.
A mí me seleccionó para esa muestra Gloria Picazo, y participé con unas cuantas publicaciones lamentables de grapa y fotocopia que perpetraba por entonces bajo una credencial harto disparatada (El pavo embelesado, ediciones), proyecto que abandoné a efectos prácticos aquel mismo año y liquidé en 1996 con la edición de Sol esquivo del Adviento, publicación de tiros largos con dorados, solapas, estuche con relieve seco y camisa de papel con mordida. Fue una publicación de despedida y cierre, una forma de exorcismo, de expiar a lo grande mis oscuros inicios de grapa y fotocopia.
Exposición de mucho aparato y gran despliegue, «Literatures submergides» golpeó en el momento oportuno, tuvo un impacto inmediato en la escena y fue el pistoletazo de salida de la tercera remesa de sellos editoriales que cuajó por aquí. Sellos que llegaron bastante después que los pioneros y que, como es natural, tenían un marcado carácter epigonal, de continuación y desarrollo del camino abierto por sus predecesores. La onda expansiva me alcanzó también a mí, que por supuesto me contaminé. En 1995, apenas cuatro años después de lo que comento, aparecían las primeras plaquettes que publiqué con un nuevo y flamante pie editorial: De La Pulcra Ceniza, sello que todavía funciona y cumplirá en breve los treinta años de actividad.
Por lo que tuvo de recapitulación, cierre de ciclo y explosión de nueva vitalidad, «Literatures submergides» significó el final de la Arcadia idílica que mencionaba más arriba. A partir de ahí, el vivero editorial comenzaría a despachar nuevos sellos a ritmo lento pero constante. La Arcadia editorial se urbanizaba poco a poco.
.
Yo diría que ese estado de las cosas se mantuvo más o menos estable al alza hasta la aparición de la feria Arts Libris en 2010, que llegó muy oportunamente cuando el ámbito de la «edición otra» era ya una moda, un clamor, una burbuja que se caldeaba por momentos y había comenzado a subir. Al igual que ocurrió en su momento con «Literatures submergides», Arts Libris fue el punto de inflexión que marcaría un antes y un después en la escena local. Esa feria hizo de visagra: focalizó el mercado y trajo cosas interesantes, qué duda cabe, pero también destapó la caja de Pandora de la que han salido los miasmas que lo han dejado todo saturado y turbio.
Me apresuro a matizar, por si fuera necesario para centrar y ajustar la exposición, que lo anterior es una observación, no una queja ni mucho menos una acusación.
Como hasta cierto punto era de prever, el efecto llamada que sin duda tuvo Arts Libris se dejó sentir rápidamente. Con De La Pulcra Ceniza hemos participado en todas las ediciones de esa feria desde la inicial del año 2010 hasta la de 2021. Creo que conozco de primera mano la evolución que ha tenido el evento. No me duelen prendas señalar aquí que dejamos de participar porque el sitio donde se han celebrado las últimas ediciones no nos parece apropiado. Bajo el Mercat de Sant Antoni hay corrientes de aire, anidan libremente las palomas y a mediodía el sol da en el extremo de los stands de la primera hilera. Las palomas, por cierto, tuvieron cierto protagonismo de carácter performativo en la edición de 2021: una de las que volaba por allí soltó una buena andanada de excrementos sobre el inmaculado estuche, de terciopelo morado, de un ejemplar de Historia de l’Art Català que figuraba en el stand de Enciclopèdia Catalana. Sin comentarios
De Arts Libris, que en su debut fue presentada como feria del libro de artista y de diseño que aspiraba a ser la tercera en importancia tras las de Nueva York y París, se han ido cayendo atributos y modificando aspiraciones hasta posicionarse como feria internacional del libro de artista, el fotolibro y la autoedición. Este año celebra su edición número quince y la verdad es que desconozco si se ha situado en la posición a la que optaba en el ranking internacional. Lo que se ha caído de Arts Libris —y si no ha caído ocupa un lugar irrelevante— ha sido la presencia de expositores que concurrían con obras de gama alta y precio acorde. Todo lo que viene del tórculo, es de tiraje corto, presenta un empaque señorial y posee ese tipo de credenciales, o en su defecto otras similares, y se oferta a precios de más de tres dígitos prácticamente se ha retirado de la feria. La alta costura se ha esfumado y todo es ropa de diario y confección de mercadillo.
Arts Libris es una feria de ámbito internacional, pero no se libra de lo que en su día comentaba Anna Pahissa: que el umbral de precios de lo que más o menos tiene salida es bajo y lo caro tiene muy escasa venta. De ahí que el evento haya quedado para el fotolibro, la autoedición, el fanzineo de posibles y demás productos asequibles cuyos precios se mueven en la órbita apuntada por Pahissa.
El efecto llamada que tuvo Arts Libris funcionó durante años a toda máquina y a plena luz. Muchos de los visitantes que repetían edición tras edición y remiraban los stands eran editores en ciernes. Había de todo: unos ya llevaban dentro los perros de la edición, otros descubrían su vocación allí mismo y caían postrados ante tamaña epifanía. Solía ocurrir que tras un par de años de visitas a la feria y de tanteos, al tercer año ya participaban con su proyecto editorial. La onda expansiva se propagó tal como digo. Fue un proceso de dimensiones generosas que, a lo que parece, no se ha detenido todavía.
La atomización del mercado, con el consiguiente efecto de «tocar a menos porque somos muchísimos más a repartir» que ya he citado antes, se pudo percibir en pocos años. A ese respecto, nuestra propia experiencia con De La Pulcra Ceniza bien puede servir como botón de muestra. De entrada, me parece pertinente decir que hemos participado siempre en Arts Libris con el stand de dos metros y hemos salido siempre airosos. Sé de buena ley que eso no es poco, que no está nada mal. Lo que vino a ocurrir es que, en sincronía con la irrupción y desarrollo del fenómeno que he comentado, a partir de la edición de 2015 el saldo que nos quedaba fue menguando progresivamente. De la cifra cercana a los cuatro dígitos que nos quedaron limpios en aquella edición, fuimos retrocediendo hasta no llegar siquiera a tres en 2021. Las cifras cantan por sí solas. La cosa no merece más comentario.
En Múltiplos se nos había advertido de que nuestras ediciones eran algo caras. Nos hubiese gustado, pero no tocamos los precios a la baja ni nada parecido. No se puede. Por la hechura que presenta, el contenido que lleva y el recorrido que tiene la colección, los 40€ que cuesta un número de Libros De La Micronesia es un precio que está más que ajustado, por decirlo con un eufemismo. Y no solo no le hicimos caso en eso, sino que además nos empecinamos en seguir llevando a la feria nuestras colecciones La Estampa Indeleble y Biblioteca fósil, que funcionan en la modalidad de pieza única. De La Estampa hemos ido vendiendo algunos ejemplares, pero con la Biblioteca Fósil, que se mueve años tras año entre los precios más altos de la feria, no nos hemos estrenado todavía en Arts Libris. Y eso que hemos participado en doce ediciones.
A la velocidad que va todo, la Arcadia editorial idílica y despejada está a dos pasos de ser una reliquia, una venerable antigualla, el vestigio de un lejano mediodía de hace ya cincuenta años. Pero medio siglo apenas es nada si pensamos que aquel mediodía había tenido previamente su mañana, su alba y sus figurantes de primera hora, que aquella claridad lindaba por detrás con la noche ominosa, oscura y vasta donde habían malvivido los auténticos pioneros, los adelantados leprosos y los visionarios olvidados.
En el Madrid de 1926 salía de las prensas de la Imprenta Ambos Mundos un librito impertinente desde la cubierta: Nueces eroticolíricas, heteroclitorizadas y efervescentes. Lo firmaba Iván de Nogales y se vendía, para pasmo de todo Madrid, con un cascanueces adjunto. Esa publicación ha sido denostada por muchos como ejemplo auroral de «publicación con cacharrito». Otros, en cambio, han visto en aquella ocurrencia la feliz premonición de lo que sería un mercado nuevo.