Hemos comenzado recientemente los ensayos, pruebas, tentativas y tiros de fogueo que, si todo va bien, es de prever que en breve nos pongan sobre la pista válida que nos permita dar con el empaque, la factura y el timbre adecuado para ilustrar el próximo número de Libros De La Micronesia.
Como el numeroso frente de nuestra actividad no nos permite en este momento dibujar a diario, es muy probable que todavía estemos a cierta distancia de ese instante inefable en que se deja ver lo que hemos rastreado durante semanas.
Aunque no descreemos del hallazgo instantáneo y feliz, del ponerse y dar con el nervio del asunto a la primera, por nuestra experiencia sabemos que las coordenadas de la improvisación afortunada y el mundo luminoso de la facilidad certera nos son completamente ajenos. Conocemos perfectamente nuestras limitaciones y exigencias, y sabemos por experiencia que el ajuste entre ambas magnitudes lo hemos de trabajar a conciencia. En lo referente a esos delicados asuntos tenemos siempre muy presente uno de los postulados básicos de los exigentes pintores taoístas: “la distancia entre la obra válida y la desechable es del grosor de un cabello”.
Adjuntamos unas vistas de nuestro humilde taller, de la mesa en que perseveramos y de un par de tentativas que están ya en la papelera.
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