En la oscura y larga madrugada del lenguaje mandaba la boca. El ojo siempre ha contado, pero no cobró protagonismo hasta la aparición del jeroglífico, el alfabeto fonético y la escritura en el alba de la civilización. La espesa noche que precedió a esa hora violácea era feudo absoluto de la voz.
Sopesada en términos de duración, la comunicación humana ha sido principalmente verbal y va desde el grito del antropoide en la noche de los tiempos hasta la plena luz de la oratoria. La imprenta acumula apenas seiscientos años de actividad y la edad de la escritura es de unos cinco mil años. El dominio absoluto de la boca como agente primordial de comunicación se remonta desde ese hito, visible todavía en el horizonte, y se pierde en las arenas del tiempo.
El peso simbólico y el rango jerárquico que la naturaleza y el tiempo otorgan a un órgano sobreviven y son vigentes en cualquier medio, por extraño que sea al dominio natural. Así, los resabios jerárquicos de la boca, aparentemente relegada del centro neurálgico de la comunicación por obra de la imprenta y de la cultura visual, persisten como presencia tenaz en forma de rictus labial que ha mutado a signo gráfico y se ha ubicado en el lomo de los libros.
Porque en el principio era el verbo, toda forma de comunicación que lo suplante ha de rendir pleitesía a su órgano fundamental, la boca. Todo logotipo editorial remite a ese órgano; cualquiera que sea su diseño, ha sido ya previsto y esbozado en el dibujo primordial del área que abarca labios y nariz.
Se crean para el ojo, pero la boca ominosa y antigua de simio que llevamos; la boca del chamán y la boca fanática de los profetas; la boca de Jesús, la de Buda y la de Mahoma; la boca de Homero y la de cada uno de los rapsodas nómadas están tras cada logotipo de casa editora. La boca primordial, que las aúna a todas en una sola, no se ha callado todavía, pervive de incógnito en cada uno de esos logotipos. Bien visible sin ser vista.
Transmigración de la boca es un trabajo en proceso, un estudio de imágenes en secuencia con el que demostramos la validez de este postulado radical: todo logotipo editorial remite a la boca.
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