En la tradición hindú se representa a Kali, señora de la destrucción y de la muerte, con una docena de brazos con los que, mientras ejerce su función básica depredadora, atiende también una serie de tareas subsidiarias como tejer, avivar el fuego, amasar tortas de pita y ordeñar bovinos.
Que sepamos, en sitio alguno se indica que también dibuje, pero no sería de extrañar, a tenor de la extraordinaria diversidad de sus habilidades.
Y es que acaso la Muerte personificada, la parca, pudiera ser de los escasos entes verdaderamente superdotados. De ser así, su pasmosa velocidad de aprendizaje, asimilación y emulación serían absolutamente sobrecogedores, y su dominio de procesos y técnicas complejos, prácticamente instantáneo.
En arte no hay hipótesis descabelladas, y no sería ningún disparate admitir que la oscura Muerte, esa presencia que la tradición y la cultura han tachado de execrable y ominosa, pudiera ser también artista notable (o como mínimo pasable), creadora dotada, sensible y muy capaz de producir obras estéticamente cualificadas.
Libro del sábado no es otra cosa que el álbum de dibujo de la Muerte, el infolio hermoso y demencial donde quedan registrados sus cuitas y desvelos de creador en pleno proceso de asimilar una técnica y establecer los rudimentos de un estilo; vertiginoso aprendizaje que, en apenas un día de trabajo obsesivo, evoluciona de no saber coger un lápiz a dibujar como los ángeles…
Aunque hemos venido trabajando de manera intermitente en esta ingente obra, que consta de sesenta dibujos sobre mármol y ocupa una superficie de cuarenta metros cuadrados, desde 1998 hasta 2014, siempre nos referimos al Libro del sábado como un extenso volumen en estado silvestre que se resiste a ser maquetado y comprimido en formato libro; una obra cuyas imágenes y textos están destinados a perdurar en un estado de gracia salvaje y robusta ajena por completo a las formas de compresión, producción y difusión de producto cultural impreso.
Más allá de la pura coincidencia, Libro del sábado no tiene relación alguna con la inolvidable canción homónima de King Crimson, Book of saturday. Debe su nombre y parte de su argumento a la circunstancia de que, durante bastantes años, únicamente trabajábamos en ese proyecto un día de la semana: el sábado.